“…estos pueblos, hijos mimados de la patria, que conservan puras y sin manchas todas las glorias del recuerdo…” José Martí
“El Liceo Artístico y Literario” de Guanabacoa
(1 de 6 recuerdos)
Comenzando los estudios de bachillerato, conseguí mi primer trabajo recaudando las mensualidades de los socios del Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa. Años después, tuve el honor de ser miembro de su directiva en la sección de Literatura y miembro activo de la “Juventud Liceísta”, creada por un grupo de jóvenes ansiosos de promover el espíritu cultural que siempre identificó a nuestro Liceo. Entre ellos, Carlos López, Francisco Cano y otros, que lamentablemente ya no recuerdo sus nombres. Esa organización quedó más tarde bajo la dirección de mi amigo el Dr. Everildo Rodríguez Estévez, que presidía un movimiento similar entre los jóvenes de los “Caballeros de Colón” y la “Juventud Católica” de Guanabacoa y ambos teníamos la intención de integrar los tres grupos en nuestro Liceo, pues los salones de los “Caballeros de Colon” ya resultaban pequeños para ubicar la concurrencia que habitualmente acudía a sus reuniones.
Estos impulsos literarios y sociales, fueron siempre auspiciados por mi amigo Manolo Castilla, que ocupaba la presidencia del Liceo y que dedicó todo su esfuerzo en canalizar y mantener ese renacimiento intelectual que surgía impetuoso, empeño que logró exitosamente, colocando nuevamente a nuestro Liceo en el pedestal histórico e intelectual que merecía. Algún día, cuando la patria sea libre, uno de los salones del Liceo tendrá que llevar su nombre en homenaje a su memoria.
Gratos recuerdos se agitan en nuestra memoria. Uno de ellos, fue la inolvidable colecta de un centavo entre los niños guanabacoenses de las escuelas primarias, para sufragar el costo de una urna de cristal y preservar en ella la histórica tribuna desde donde nuestro Apóstol, en varias ocasiones, estremeció con su verbo maravilloso las paredes de ese recinto y con su oratoria, difundió las primeras manifestaciones del estilo modernista en nuestro bello idioma. Malévolamente esa tribuna, tan históricamente ligada a nuestro Liceo, fue sustraída de sus salones por el gobierno comunista y colocada en otro local. Tribuna que fue parte integral de nuestra histórica institución desde el año de 1879,
cuando nuestro Apóstol, el día 22 de enero de 1879, pronunció su primer discurso en
nuestro Liceo con motivo de la muerte del poeta Alfredo Torroella.
Aún hoy, añoramos las tertulias amistosas de la juventud en los salones de nuestro Liceo. Un día a la semana se dedicaba a reuniones de la “Juventud Liceísta”, donde se discutían temas y proyectaban las conferencias que ofrecerían en nuestros salones distinguidos intelectuales y poetas. La primera fue ofrecida por el poeta Nicolás Guillen, quien en años posteriores sería un vocero adulador de la tiranía comunista.
En las noches de asueto nos reuníamos a jugar ping-pong o a escuchar música alrededor del viejo radio, mientras otros se entretenían con el dominó o el billar.
Los bailes, amenizados por las mejores orquestas y conjuntos de la época, eran de recreación alegre en un ambiente familiar, donde compartíamos con amistades que nos hacían placidas esas noches festivas.
(1 de 6 recuerdos)
Comenzando los estudios de bachillerato, conseguí mi primer trabajo recaudando las mensualidades de los socios del Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa. Años después, tuve el honor de ser miembro de su directiva en la sección de Literatura y miembro activo de la “Juventud Liceísta”, creada por un grupo de jóvenes ansiosos de promover el espíritu cultural que siempre identificó a nuestro Liceo. Entre ellos, Carlos López, Francisco Cano y otros, que lamentablemente ya no recuerdo sus nombres. Esa organización quedó más tarde bajo la dirección de mi amigo el Dr. Everildo Rodríguez Estévez, que presidía un movimiento similar entre los jóvenes de los “Caballeros de Colón” y la “Juventud Católica” de Guanabacoa y ambos teníamos la intención de integrar los tres grupos en nuestro Liceo, pues los salones de los “Caballeros de Colon” ya resultaban pequeños para ubicar la concurrencia que habitualmente acudía a sus reuniones.
Estos impulsos literarios y sociales, fueron siempre auspiciados por mi amigo Manolo Castilla, que ocupaba la presidencia del Liceo y que dedicó todo su esfuerzo en canalizar y mantener ese renacimiento intelectual que surgía impetuoso, empeño que logró exitosamente, colocando nuevamente a nuestro Liceo en el pedestal histórico e intelectual que merecía. Algún día, cuando la patria sea libre, uno de los salones del Liceo tendrá que llevar su nombre en homenaje a su memoria.
Gratos recuerdos se agitan en nuestra memoria. Uno de ellos, fue la inolvidable colecta de un centavo entre los niños guanabacoenses de las escuelas primarias, para sufragar el costo de una urna de cristal y preservar en ella la histórica tribuna desde donde nuestro Apóstol, en varias ocasiones, estremeció con su verbo maravilloso las paredes de ese recinto y con su oratoria, difundió las primeras manifestaciones del estilo modernista en nuestro bello idioma. Malévolamente esa tribuna, tan históricamente ligada a nuestro Liceo, fue sustraída de sus salones por el gobierno comunista y colocada en otro local. Tribuna que fue parte integral de nuestra histórica institución desde el año de 1879,
cuando nuestro Apóstol, el día 22 de enero de 1879, pronunció su primer discurso en
nuestro Liceo con motivo de la muerte del poeta Alfredo Torroella.
Aún hoy, añoramos las tertulias amistosas de la juventud en los salones de nuestro Liceo. Un día a la semana se dedicaba a reuniones de la “Juventud Liceísta”, donde se discutían temas y proyectaban las conferencias que ofrecerían en nuestros salones distinguidos intelectuales y poetas. La primera fue ofrecida por el poeta Nicolás Guillen, quien en años posteriores sería un vocero adulador de la tiranía comunista.
En las noches de asueto nos reuníamos a jugar ping-pong o a escuchar música alrededor del viejo radio, mientras otros se entretenían con el dominó o el billar.
Los bailes, amenizados por las mejores orquestas y conjuntos de la época, eran de recreación alegre en un ambiente familiar, donde compartíamos con amistades que nos hacían placidas esas noches festivas.
Recordamos los viajes a la playa de Guanabo, donde nuestro Liceo mantenía un club con todas las facilidades para hacer agradable la estancia de las familias liceístas.
Nos sentíamos muy orgullosos de nuestro equipo de pelota integrado por jugadores como “El Cabo” José Raúl López, ”Mosquito” Ordeñana, Gilberto Castillo y mi inolvidable amigo, Leoncio Yancoff. Algunos de sus integrantes llegaron a jugar profesionalmente.
Pocos días antes de salir de Cuba, pasé una noche frente a la venerable institución y observé que habían abierto una puerta por la calle Nazareno y en el local donde había existido una oficina donde se archivaban documentos históricos del Liceo, que tal vez fueron destruidos por la maldad e ignorancia comunista, habían improvisado un club de ajedrez, como si el ajedrez fuera algo novedoso importado por el “nuevo régimen”. En Guanabacoa, muchos años antes de la traicionera revolución comunista, existía un Club de Ajedrez en los salones del Casino Español, cuya membresía era numerosa. Inclusive, muchos años antes de la detestable dictadura comunista, Cuba ostentó el Campeonato Mundial de Ajedrez conquistado por nuestro campeón José Manuel Capablanca, uno de los mejores jugadores de ajedrez de todas las épocas. Numerosas asociaciones de ajedrez, conocidas mundialmente, existían en Cuba, especialmente en la ciudad de la Habana, donde acudían a jugar las figuras más destacas del ajedrez mundial.
Desde luego, el interés del régimen dictatorial no es en el ajedrez, sino en mantener la mente de la juventud ocupada en diversas actividades para que no piensen en la triste realidad que destruye a Cuba. Conocida táctica comunista, para entretener y desviar la mente del pueblo esclavizado de los peligros, que continuamente, el mismo sistema engendra. Al igual que utilizan el engaño de invasión para mantener a la ciudadanía atemorizada y no piensen en la total escasez que están sufriendo. Por más de cincuenta años han estado anunciando diariamente una invasión que nunca llega y que sin embargo, tan ansioso de libertad espera el pueblo cubano, desde luego, no la población sumisa o engañada que se ha dejado colocar al cuello el “yugo” del buey manso de que hablara Martí, sino de la mayoría del pueblo cubano que ama una Cuba libre y democrática como la soñó nuestro Apóstol.
Nos sentíamos muy orgullosos de nuestro equipo de pelota integrado por jugadores como “El Cabo” José Raúl López, ”Mosquito” Ordeñana, Gilberto Castillo y mi inolvidable amigo, Leoncio Yancoff. Algunos de sus integrantes llegaron a jugar profesionalmente.
Pocos días antes de salir de Cuba, pasé una noche frente a la venerable institución y observé que habían abierto una puerta por la calle Nazareno y en el local donde había existido una oficina donde se archivaban documentos históricos del Liceo, que tal vez fueron destruidos por la maldad e ignorancia comunista, habían improvisado un club de ajedrez, como si el ajedrez fuera algo novedoso importado por el “nuevo régimen”. En Guanabacoa, muchos años antes de la traicionera revolución comunista, existía un Club de Ajedrez en los salones del Casino Español, cuya membresía era numerosa. Inclusive, muchos años antes de la detestable dictadura comunista, Cuba ostentó el Campeonato Mundial de Ajedrez conquistado por nuestro campeón José Manuel Capablanca, uno de los mejores jugadores de ajedrez de todas las épocas. Numerosas asociaciones de ajedrez, conocidas mundialmente, existían en Cuba, especialmente en la ciudad de la Habana, donde acudían a jugar las figuras más destacas del ajedrez mundial.
Desde luego, el interés del régimen dictatorial no es en el ajedrez, sino en mantener la mente de la juventud ocupada en diversas actividades para que no piensen en la triste realidad que destruye a Cuba. Conocida táctica comunista, para entretener y desviar la mente del pueblo esclavizado de los peligros, que continuamente, el mismo sistema engendra. Al igual que utilizan el engaño de invasión para mantener a la ciudadanía atemorizada y no piensen en la total escasez que están sufriendo. Por más de cincuenta años han estado anunciando diariamente una invasión que nunca llega y que sin embargo, tan ansioso de libertad espera el pueblo cubano, desde luego, no la población sumisa o engañada que se ha dejado colocar al cuello el “yugo” del buey manso de que hablara Martí, sino de la mayoría del pueblo cubano que ama una Cuba libre y democrática como la soñó nuestro Apóstol.